martes, 12 de diciembre de 2023

Arde, cabrón, arde

Este año de trabajo termina en una playa paradisíaca en la costa de Brasil, presentando un póster sobre mi investigación de este año y dando una charla para un montón de gente a la que le encanta lo que hago tanto como a mí. Estoy físicamente fuerte, ágil, flexible dentro de lo que cabe, aguanto bien el calor, el frío, el esfuerzo y la tensión. 

Y por primera vez en mi vida, también el miedo escénico. Dicen que tu cuerpo no diferencia el miedo de la excitación, y esa simple idea me está ayudando a darle la vuelta a todo. No me da miedo que la charla salga mal y se rían de mí, me excita compartir mi trabajo de estos años con los mejores y quiero que les encante. No tengo presión, más que la que yo quiero poner en preparar una buena presentación y que se note todo el trabajo que llevo. 

Estoy en mi prime absoluto.

Hoy estaba paseando por la playa, y he echado un vistazo a lo que viene siendo este año. Normalmente las reflexiones se publican la última semana, pero las cosas no aparecen cuando las buscas, sino cuando las encuentras. 

Empecé 2023 vomitando tanta tensión que pensaba que me iba a romper. Y no me iba a romper: me había roto por completo - recuerdos de la pandemia, agarrándome a la rutina del trabajo para no caer en el caos absoluto de mis pensamientos. Tenía miedo. Y tenía buenos motivos para tenerlo - me iba a romper. 

Una buena amiga me enseñó a llorar para aliviar la tensión. Probablemente salvó el hilo de salud mental que me quedaba. Merci beaucoup, mon ami.

Lloré yo solo, lloré con canciones tristes, lloré cada vez que me hizo falta. Y en los instantes después de llorar encontré retazos de paz absoluta en medio de la tempestad. Eso me dio aún más miedo, cuando ves una señora tormenta y piensas "Dios de mi vida, sería terrible que eso siguiera acercándose".

"Mandril, vives ahí dentro."

Darme cuenta de eso viéndolo desde fuera me reventó la cabeza. Vi muchas cosas que no quería ver, unas cuantas que sí quería y algunas que hoy mismo desearía no haber visto. 

Este año ha tenido dos partes muy diferenciadas, hasta septiembre y después. Y me gustaría contaros triunfalmente que empecé a darle la vuelta al año en septiembre y ha sido un final de año espectacular, muy peliculero todo, pero no es toda la verdad.

La verdad es que empecé a darle la vuelta al año en ese día de febrero, llorando de rabia para no reventarme los dientes. Y ha apestado increíblemente fuerte.  Ese día me metí en la ducha, me sequé el pelo y jugué al LOL hasta que me dolían los ojos. Desperté cuatro horas más tarde para ir a trabajar, y rendí una pedazo de mierda. Y en medio de esa jornada de mierda, dejé una cuartilla con dos líneas escritas: 

 "El elemento a(x)y se puede dividir n veces y el factor sigue siendo regular".

Era viernes, y el finde fue lamentable. Comí mal, me evadí de la realidad y desperté el domingo con el tiempo justo para comer e ir al dojo. Entrené a medio gas, me estorbaba la chaqueta del keikogi y veía doble a mi maestro - y todo esto sobrio. Cuando terminó el día me dijo 

"Bien hecho. Ven con ganas el martes".

Me fui a casa increíblemente confuso. Aquel día saqué todo lo que llevaba dentro en una página de mi diario de la que hoy no me siento orgulloso. No me guardé nada: ni el dolor, ni la rabia, ni la oscura sensación de que me faltaba información, ni la dignidad, ni la urgencia de tratarme a mí mismo con respeto, ni la esperanza de algo mejor, ni lo difícil que pensaba que iba a ser. 

Y es cierto que no estoy orgulloso de lo que escribí, pero confié en mi intuición más primitiva, y resulta que tenía razón. La ira, la vergüenza, la decepción, no estaban intentando torturarme: estaban intentando protegerme. Pero yo aún no lo sabía.

Hice lo que mejor sé hacer: seguí remando. Oí a un tal David Goggins decir: "No hago esto porque me guste, lo hago porque es una mierda y está en mi camino". El eco de esa frase resonó de una forma terrible dentro de mi cabeza. "Seguimos remando", "seguimos remando", "seguimos remando", al final de cada página.

Seguí remando. Y después del dolor, vino el miedo. Y después vino la vergüenza. Y después la ira. Y en medio de todas ellas, yo estaba ahí. Y en medio de mí mismo, ellas estaban ahí. Entendí pronto, pero acepté tarde, que no eran mis enemigas sino yo mismo, intentando ordenar el caos y darle sentido.

"El caos no tiene sentido."

Tardé, pero volví. El País Vasco cambió mi perspectiva de muchas cosas, y el toque volvió. Todo el que ha sido considerado realmente bueno en algo sabe lo que es "el toque". Mi "toque" volvió a aparecer. La cuartilla clavada en el corcho de mi oficina. La idea más pequeña cultivada en el momento más oscuro.

"Sigo aquí. Llevo meses sufriendo pero sigo aquí".

Mi cumpleaños número veintitodos me trajo un libro que cambió mi vida en las veinte primeras páginas. Y esa búsqueda me trajo la pesadilla de todo buen detective: una verdad que no quería oír. He dicho que empecé a cambiar mi vida cuando estaba en el pozo, pero no os he dicho que ése no fue mi peor momento. Fue el más bajo, pero no el peor. El peor momento fue éste, cuando las piezas encajaron y la resonancia partió todas las ventanas de golpe. Naturalmente, siendo dado a golpearme con cosas, me clavé todos los trozos. 

"A veces las heridas duelen porque están curando. Otras sólo duelen. Pero no puedes curar una herida sin dolor".

Esto me lo dijo un psicólogo, y la verdad es que necesitaba oírlo. Cuando esto ocurrió estaba tan cansado de sufrir que parte de mí se habría conformado con olvidarlo todo y despertarse al día siguiente. Claro, que el resto también tenía algo que decir.

Que francesas de buen corazón terminen salvándome la vida parece un tema recurrente. Merci beaucoup, mon amie. J'espère que tu vas bien.

Arrastrar una mochila llena de piedras es malo para tu salud, pero llega un momento en que lo único que evita más dolor es el propio peso de las mismas. Cuando te la quitas, vuelves a poder moverte, pero cada vez que lo haces, todos los huesos rotos, los músculos contracturados y los nervios abotargados responden de la única forma que saben: doliendo. Tienes que enseñarles a moverse de nuevo, y tienes que volver a aprender a andar.

 Poco antes de las fiestas de mi pueblo, la hermana que nunca tuve le dio un último sorbo a un té de burbujas, lo tiró y me dijo: "sabes? A lo mejor no necesitas eso que estás esperando".

Santa Mujer, cuánta razón tenías. Mi regalo de cumpleaños para uno de mis mejores amigos fue estar ahí sin pensar en nada más.

Ahora es cuando la narración se pone alegre y emocionante. 

Nah, aún queda. Pero seguimos remando. Con la espalda destrozada y los hombros uno en cada polo escribí el mejor discurso de graduación que un estudiante ha dado en mi universidad (también el único, pero dejadme disfrutar), y lo di cinco veces de cinco formas distintas. Y todas fueron increíbles.

Este verano he estado solo, desde Midsommar hasta el Rookie Period en agosto. En realidad no he estado solo, he tenido unos amigos increíbles y aprendido muchísimo de ellos, pero he tenido mucho tiempo a solas conmigo mismo. Y he pasado miedo. Y he sentido vergüenza. Y me he enfadado. Y me he machacado. Y las he pasado terribles para mantener la cabeza en su sitio en el trabajo. Y he tenido ideas increíbles y he sacado dos papers adelante y he comido mejor y he dormido más. Y también he sufrido para mantener mi cabeza en su sitio y he tenido que obligarme a limpiar mi casa y he echado por tierra días enteros en el PC huyendo de mi propia cabeza.

Esto no es una peli. He dicho que he ido mejorando y es cierto. Pero esto no es una peli. No siempre se puede, y eso está bien. 

Este verano me ha traído la capacidad de no avergonzarme de mí mismo - mis habilidades sociales han mejorado con la práctica, y puedo estar relajado y pasarlo bien. No sé explicaros lo importante que es esto para mí, pero siempre me ha dado miedo y ansiedad la interacción social. Siempre he querido hacerlo "bien", y nunca he estado realmente cómodo haciéndolo. Nunca hasta que he decidido ser lo que mejor soy: yo mismo, Gandalf y Jake Peralta metidos en un cuerpo del tamaño de Samsagaz. Y que le den al resto, quiero conocer gente, pasarlo bien y compartir. No soy muy bueno hablando, pero me gusta hacer cosas.

Esto me ha traído gente increíble y espero poder mantenerlos a mi lado mucho tiempo, y hasta entonces pasárnoslo genial todo lo que podamos.

Este otoño ha sido el equivalente emocional de ir al fisio: agarra los músculos, rómpelos por donde se agarrotan y acomoda el resto para que se termine de curar. Muévelos adecuadamente para fortalecerlos y renace más fuerte y más seguro. Y sigue remando. Cuando sales del fisio te duele todo, pero con el movimiento adecuado, un poco de mimo y constancia recuperas la función del músculo y descubres nuevas formas de moverte.

Qué oriental suena todo esto. Supongo que las artes marciales te dan mucho más que un montón de técnicas al azar. Quién lo hubiera dicho.

"Si parezco más viejo es porque vengo de muy lejos".

Se acerca el invierno bien fuerte. Este año hemos llegado ya a -11, y parece que hay un nuevo yo asomándose por debajo de las cenizas del viejo Cavill. Uno que lleva un año entero luchando y cuyo trabajo duro está dando sus frutos. Unos frutos que a veces son dulces y a veces amargos, pero todos cultivados con mis propias manos. Me duelen los dedos, tengo los nudillos raspados, y a veces miro para arriba y me pregunto si está valiendo la pena. 

Y no es una pregunta retórica, la respuesta es sí. En otras circunstancias, habría sufrido igual y no cambiado nada, o me lo habría tragado todo como siempre he hecho. E indudablemente estaría peor, igual que la última vez que me tragué una gran cantidad de dolor no mejoró mi vida, sino que la destruyó por completo. Y eso fue por menos que nada.

Esta noche estoy mirando para atrás, y no estoy orgulloso de todo lo que he hecho, pero sí de que siempre he intentado hacer lo correcto, lo que creo que está bien y lo mejor que he podido dar de mí en cada circunstancia.

Con estas líneas pretendo quemarme en efigie y dejarme atrás como dejo atrás el año. Igual que en San Juan echas lo malo del año a la hoguera deseando que las cenizas lo quemen y puedas seguir adelante. Y al yo que miraba al vacío buscando la salida le digo: arde. Pero arde con fuerza, arde con una sonrisa y vive estos últimos momentos con orgullo. Y descansa, sabiendo que estoy orgulloso de ti.

Arde, cabrón, arde.