De éstas que uno abre el ordenador, enciende el LaTeX y piensa "me apetece escribir sobre algo". Y se pone.
"¿Sobre qué puñetas me pongo yo a escribir?", piensa. Abre la cabeza y empieza a darle vueltas a las cosas que han ocurrido durante el día, ¿por qué no? ¿Qué puede haber mejor que escribir lo que ha hecho hoy?.
La única razón por la que no arranca la página y la tira por la ventana es que pesa 3 kilos y es la pantalla del ordenador.
Aparece en la cabeza de uno su imagen. ¿La de quién? ¿Qué más da? Siempre hay alguien cuya imagen te viene a la cabeza; ayer un amigo que pasaba por ahí con una sonrisa o un puño directo a la mandíbula. O un pastel del que a nadie iba a importar que faltase un trozo; anteayer pudo ser esa sonrisa capaz de dejar a uno sin aliento o un perro que ve a un desconocido y se tira a babearlo meneando el rabito de un lado a otro. O la dentista nueva, que resulta ser encantadora - lo que importa es que siempre hay alguien.
En el último instante se empana uno y cuando quiere escribir las palabras no aceptan convertirse en tinta digital. Quizá sea momento de atesorarlas donde nadie puede borrarlas... o no, tal vez y sólo tal vez haya ocurrido algo que precipite desechar esa imagen.
En cualquier caso aparece. Pasado un rato se va y sólo queda uno y el teclado de su ordenador, con un montón de cosas maravillosas u horribles o terriblemente mundanas sobre las que escribir y la casi absoluta certeza de que la propia habilidad con las palabras no da para todo lo que se quiere contar. Apenas las cabeceras del documento y un par de líneas de algo que amaga con ser lo que venía apeteciendo hacer esta noche.
Comienzan a pasar minutos como quieren y ahí sigue uno, sin ninguna idea. Se acuerda entonces de aquellos blogs tan increíbles que lee habitualmente, "¿cómo lo harán para escribir así sobre cualquier cosa? Y yo aquí, sin una triste idea".
En el entretiempo, la triste idea ha pasado revoloteando como una mariposa y se ha ido por la ventana. Puede ser el momento de apagar el ordenador, mañana tal vez ocurra. Su imagen vuelve a aparecer. "`No es el día, no estoy preparado para esto. Pero..." - reprime las últimas palabras y cae, exhausto y tembloroso, en la cama. Se ve que no era el día.