lunes, 23 de enero de 2023

De un demonio a otro... Capítulo I

Un sentido de la justicia fuerte es algo... delicado.

No me refiero a que se rompa fácil, sino más bien al revés: tienes que lidiar con él. Una persona con un sentido de la justicia suficientemente fuerte es incapaz de olvidar (perdonar sí, olvidar menos probable) una injusticia cometida contra sí.

Y bastante a menudo también es incapaz de olvidar una injusticia que ha cometido.

Que tu cerebro salte de un demonio a otro como si se tomase el parkour mucho más en serio que tu cuerpo no significa que intente torturarte: a veces sólo quiere contarte algo - transmitirte un mensaje que, por más que te da la lata con él, sabe que no entiendes. 

Para mí, estos saltos intuitivos muchas veces me quieren decir que tengo un daño que reparar. Ese daño, por más que querría que lo fuese, no es mío - es un peso que carga otra persona, pero se lo he puesto yo.

Si me has importado alguna vez, verte feliz y a gusto es fácilmente la cosa que más ilusión me puede hacer en el mundo. Ésa es la energía que quiero para mí y para la gente a mi alrededor. En algunos casos... no siempre es fácil. Siempre vale la pena, pero no siempre es fácil.

Ver cómo alguien a quien has hecho muchísimo daño es feliz es una puñalada en el pecho. La razón obvia no es la real. No me irrita ni me enfada ni me hace sentir mal conmigo mismo que esa persona sea feliz - más bien al contrario, me llena. La puñalada viene después. "Si después de todo esta persona está viviendo su vida, siendo feliz y rodeada de gente que la quiere, ¿cuánto más feliz podría ser si no le hubieras hecho daño? ¿De cuántos momentos bonitos la has privado?"

Sobre todo en la escala de los años, es muy difícil calibrar cuántas de las cosas que pasan son consecuencia directa o indirecta de nuestras acciones, pero eso no hace que las consecuencias no estén ahí, sólo hace que no podamos verlas. 

Si fuera religioso, podría considerar esta idea una especie de penitencia, Dios me está enseñando la escala del daño que he causado en la forma de otra persona quitándose de la espalda el peso de mis acciones. No soy religioso, pero tal vez el mensaje me lo estoy mandando yo mismo: lo que quiero enseñarme y procesar es precisamente eso, que esa persona ha pasado remando un tiempo que, sin el daño que le hice, podría haber pasado siendo más feliz. Ahora a lo mejor es más fuerte, pero no debería haber tenido que serlo, y eso es culpa mía.

Decía un señor de mi universidad "Una conciencia tranquila es síntoma de mala memoria". Vivo y moriré pensando que ese señor estaba borracho, pero tal vez reflexionar así sobre mis malas acciones sea la forma en la que superarlas, empezando por el primer paso, que es reconocerlas.

El segundo indudablemente es pedir perdón a la persona. Y aquí entra el factor del tiempo: veréis, no todo el mundo encara sus demonios de la misma forma, y algunas situaciones requieren que las olvides - y obligar a esa persona a recordarlas no es justo para ella.

Llevo todo el texto buscando esta palabra: un sentido de la justicia fuerte es algo aterrador.

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