Recuerdo mi vigésimo cumpleaños como si fuera ayer.
Gris.
Recuerdo irme a la cama por la noche después de hablar con mi madre y pensar "no sé cómo será cuando llegue a los treinta, pero si sigue así no quiero verlo". En esos días no había nada que me importara mucho. Mi ciudad natal es un sitio bastante bonito, pero para mí todo era gris.
Óyese mucho decir que los veinte son los mejores años. Y uno se lo acaba creyendo y vives constantemente con la idea de que estás echando a perder los mejores años de tu vida y desde ahí casi que no hay nada, todo parece ser un poco lo que arrastras de tus "fallidos veinte".
Estábamos equivocados. Ellos y yo.
Leyendo esto uno podría pensar que el vigésimo fue mi peor cumpleaños, pero no fue malo, sólo gris. Mi peor cumpleaños fue el vigésimo octavo. ¿Y el mejor? El mejor, sin ninguna duda, el último.
Tengo treinta años. En muchos aspectos, los meses desde que los cumplí han sido los mejores de mi vida. Y no sabe nadie las ganas que tengo de disfrutarlos. Ya he probado a exprimir unos años y ha salido terrible, me da mucha curiosidad qué pasará si ese esfuerzo lo pongo en lo pongo en las cosas que realmente me importan.
Piensa en Gómez Addams. Todo el mundo lo recuerda por lo enamorado que está de Morticia, pero no es sólo ella: Gómez ama a sus hijos, a su familia, cada una de las cosas que hace.. Gómez Addams está enamorado ¡de la vida! Yo quiero ese amor, yo quiero esa energía.
El país en el que vivo es un pozo de oscuridad inmenso durante seis meses al año, el tiempo pasa a velocidades muy extrañas y el mono de la sabana que todos llevamos dentro se vuelve loco imaginando los peligros ancestrales que acechan entre las tinieblas ¡durante toda la tarde! Hoy ha salido el Sol y el paseo totalmente normal que me he dado a la cafetería donde desayuno todos los sábados ha sido de una belleza extraordinaria.
No puede ser algo grande. Tienen que ser las cosas pequeñas.
Ésta es una idea que sólo empecé a entender cuando la cosa más grande en la que me hallaba inmerso me falló espectacularmente. De repente, todo era exactamente igual que antes, pero era terrible. Todo. Era. Terrible. Y de vez en cuando ¡PLUP! Pasaba la cosa más pequeña y me reía como un niño. Y en esos pequeños momentos no sólo estaba contento y a gusto - era feliz. Momentos impagables de felicidad en medio del caos absoluto que era mi cabeza entonces.
Leí a un hombre sabio y anciano que nos dejó hace algún tiempo algo similar a esto: "las respuestas a las más grandes preguntas se encuentran en las cosas más pequeñas". Si fue Gandalf o Marco Aurelio es una de esas preguntas que jamás obtendrán respuesta, lo que me importa es ese mensaje. Algo tan pequeño que puedes tallarlo en una moneda y llevarlo contigo.
Siempre. Las. Cosas. Pequeñas.
Con esto no quiero decir que la vida sea fácil, ni que seamos joyas únicas y especiales del universo, ni que haya que sonreírle a todos los problemas, y lo más importante, no quiero decir que uno tenga que obsesionarse con cosas, ya sean pequeñas o grandes.
Lo que quiero decir es que con la experiencia la mente se va abriendo, y donde crees que podría haber algo bello pero no lo ves, o lo ves y no lo aprecias, lo harás. Mi vida no ha cambiado mucho desde hace dos años, pero soy mucho más feliz, y tú también lo serás. Pero hasta entonces, disfruta del camino.
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