martes, 12 de diciembre de 2023

Arde, cabrón, arde

Este año de trabajo termina en una playa paradisíaca en la costa de Brasil, presentando un póster sobre mi investigación de este año y dando una charla para un montón de gente a la que le encanta lo que hago tanto como a mí. Estoy físicamente fuerte, ágil, flexible dentro de lo que cabe, aguanto bien el calor, el frío, el esfuerzo y la tensión. 

Y por primera vez en mi vida, también el miedo escénico. Dicen que tu cuerpo no diferencia el miedo de la excitación, y esa simple idea me está ayudando a darle la vuelta a todo. No me da miedo que la charla salga mal y se rían de mí, me excita compartir mi trabajo de estos años con los mejores y quiero que les encante. No tengo presión, más que la que yo quiero poner en preparar una buena presentación y que se note todo el trabajo que llevo. 

Estoy en mi prime absoluto.

Hoy estaba paseando por la playa, y he echado un vistazo a lo que viene siendo este año. Normalmente las reflexiones se publican la última semana, pero las cosas no aparecen cuando las buscas, sino cuando las encuentras. 

Empecé 2023 vomitando tanta tensión que pensaba que me iba a romper. Y no me iba a romper: me había roto por completo - recuerdos de la pandemia, agarrándome a la rutina del trabajo para no caer en el caos absoluto de mis pensamientos. Tenía miedo. Y tenía buenos motivos para tenerlo - me iba a romper. 

Una buena amiga me enseñó a llorar para aliviar la tensión. Probablemente salvó el hilo de salud mental que me quedaba. Merci beaucoup, mon ami.

Lloré yo solo, lloré con canciones tristes, lloré cada vez que me hizo falta. Y en los instantes después de llorar encontré retazos de paz absoluta en medio de la tempestad. Eso me dio aún más miedo, cuando ves una señora tormenta y piensas "Dios de mi vida, sería terrible que eso siguiera acercándose".

"Mandril, vives ahí dentro."

Darme cuenta de eso viéndolo desde fuera me reventó la cabeza. Vi muchas cosas que no quería ver, unas cuantas que sí quería y algunas que hoy mismo desearía no haber visto. 

Este año ha tenido dos partes muy diferenciadas, hasta septiembre y después. Y me gustaría contaros triunfalmente que empecé a darle la vuelta al año en septiembre y ha sido un final de año espectacular, muy peliculero todo, pero no es toda la verdad.

La verdad es que empecé a darle la vuelta al año en ese día de febrero, llorando de rabia para no reventarme los dientes. Y ha apestado increíblemente fuerte.  Ese día me metí en la ducha, me sequé el pelo y jugué al LOL hasta que me dolían los ojos. Desperté cuatro horas más tarde para ir a trabajar, y rendí una pedazo de mierda. Y en medio de esa jornada de mierda, dejé una cuartilla con dos líneas escritas: 

 "El elemento a(x)y se puede dividir n veces y el factor sigue siendo regular".

Era viernes, y el finde fue lamentable. Comí mal, me evadí de la realidad y desperté el domingo con el tiempo justo para comer e ir al dojo. Entrené a medio gas, me estorbaba la chaqueta del keikogi y veía doble a mi maestro - y todo esto sobrio. Cuando terminó el día me dijo 

"Bien hecho. Ven con ganas el martes".

Me fui a casa increíblemente confuso. Aquel día saqué todo lo que llevaba dentro en una página de mi diario de la que hoy no me siento orgulloso. No me guardé nada: ni el dolor, ni la rabia, ni la oscura sensación de que me faltaba información, ni la dignidad, ni la urgencia de tratarme a mí mismo con respeto, ni la esperanza de algo mejor, ni lo difícil que pensaba que iba a ser. 

Y es cierto que no estoy orgulloso de lo que escribí, pero confié en mi intuición más primitiva, y resulta que tenía razón. La ira, la vergüenza, la decepción, no estaban intentando torturarme: estaban intentando protegerme. Pero yo aún no lo sabía.

Hice lo que mejor sé hacer: seguí remando. Oí a un tal David Goggins decir: "No hago esto porque me guste, lo hago porque es una mierda y está en mi camino". El eco de esa frase resonó de una forma terrible dentro de mi cabeza. "Seguimos remando", "seguimos remando", "seguimos remando", al final de cada página.

Seguí remando. Y después del dolor, vino el miedo. Y después vino la vergüenza. Y después la ira. Y en medio de todas ellas, yo estaba ahí. Y en medio de mí mismo, ellas estaban ahí. Entendí pronto, pero acepté tarde, que no eran mis enemigas sino yo mismo, intentando ordenar el caos y darle sentido.

"El caos no tiene sentido."

Tardé, pero volví. El País Vasco cambió mi perspectiva de muchas cosas, y el toque volvió. Todo el que ha sido considerado realmente bueno en algo sabe lo que es "el toque". Mi "toque" volvió a aparecer. La cuartilla clavada en el corcho de mi oficina. La idea más pequeña cultivada en el momento más oscuro.

"Sigo aquí. Llevo meses sufriendo pero sigo aquí".

Mi cumpleaños número veintitodos me trajo un libro que cambió mi vida en las veinte primeras páginas. Y esa búsqueda me trajo la pesadilla de todo buen detective: una verdad que no quería oír. He dicho que empecé a cambiar mi vida cuando estaba en el pozo, pero no os he dicho que ése no fue mi peor momento. Fue el más bajo, pero no el peor. El peor momento fue éste, cuando las piezas encajaron y la resonancia partió todas las ventanas de golpe. Naturalmente, siendo dado a golpearme con cosas, me clavé todos los trozos. 

"A veces las heridas duelen porque están curando. Otras sólo duelen. Pero no puedes curar una herida sin dolor".

Esto me lo dijo un psicólogo, y la verdad es que necesitaba oírlo. Cuando esto ocurrió estaba tan cansado de sufrir que parte de mí se habría conformado con olvidarlo todo y despertarse al día siguiente. Claro, que el resto también tenía algo que decir.

Que francesas de buen corazón terminen salvándome la vida parece un tema recurrente. Merci beaucoup, mon amie. J'espère que tu vas bien.

Arrastrar una mochila llena de piedras es malo para tu salud, pero llega un momento en que lo único que evita más dolor es el propio peso de las mismas. Cuando te la quitas, vuelves a poder moverte, pero cada vez que lo haces, todos los huesos rotos, los músculos contracturados y los nervios abotargados responden de la única forma que saben: doliendo. Tienes que enseñarles a moverse de nuevo, y tienes que volver a aprender a andar.

 Poco antes de las fiestas de mi pueblo, la hermana que nunca tuve le dio un último sorbo a un té de burbujas, lo tiró y me dijo: "sabes? A lo mejor no necesitas eso que estás esperando".

Santa Mujer, cuánta razón tenías. Mi regalo de cumpleaños para uno de mis mejores amigos fue estar ahí sin pensar en nada más.

Ahora es cuando la narración se pone alegre y emocionante. 

Nah, aún queda. Pero seguimos remando. Con la espalda destrozada y los hombros uno en cada polo escribí el mejor discurso de graduación que un estudiante ha dado en mi universidad (también el único, pero dejadme disfrutar), y lo di cinco veces de cinco formas distintas. Y todas fueron increíbles.

Este verano he estado solo, desde Midsommar hasta el Rookie Period en agosto. En realidad no he estado solo, he tenido unos amigos increíbles y aprendido muchísimo de ellos, pero he tenido mucho tiempo a solas conmigo mismo. Y he pasado miedo. Y he sentido vergüenza. Y me he enfadado. Y me he machacado. Y las he pasado terribles para mantener la cabeza en su sitio en el trabajo. Y he tenido ideas increíbles y he sacado dos papers adelante y he comido mejor y he dormido más. Y también he sufrido para mantener mi cabeza en su sitio y he tenido que obligarme a limpiar mi casa y he echado por tierra días enteros en el PC huyendo de mi propia cabeza.

Esto no es una peli. He dicho que he ido mejorando y es cierto. Pero esto no es una peli. No siempre se puede, y eso está bien. 

Este verano me ha traído la capacidad de no avergonzarme de mí mismo - mis habilidades sociales han mejorado con la práctica, y puedo estar relajado y pasarlo bien. No sé explicaros lo importante que es esto para mí, pero siempre me ha dado miedo y ansiedad la interacción social. Siempre he querido hacerlo "bien", y nunca he estado realmente cómodo haciéndolo. Nunca hasta que he decidido ser lo que mejor soy: yo mismo, Gandalf y Jake Peralta metidos en un cuerpo del tamaño de Samsagaz. Y que le den al resto, quiero conocer gente, pasarlo bien y compartir. No soy muy bueno hablando, pero me gusta hacer cosas.

Esto me ha traído gente increíble y espero poder mantenerlos a mi lado mucho tiempo, y hasta entonces pasárnoslo genial todo lo que podamos.

Este otoño ha sido el equivalente emocional de ir al fisio: agarra los músculos, rómpelos por donde se agarrotan y acomoda el resto para que se termine de curar. Muévelos adecuadamente para fortalecerlos y renace más fuerte y más seguro. Y sigue remando. Cuando sales del fisio te duele todo, pero con el movimiento adecuado, un poco de mimo y constancia recuperas la función del músculo y descubres nuevas formas de moverte.

Qué oriental suena todo esto. Supongo que las artes marciales te dan mucho más que un montón de técnicas al azar. Quién lo hubiera dicho.

"Si parezco más viejo es porque vengo de muy lejos".

Se acerca el invierno bien fuerte. Este año hemos llegado ya a -11, y parece que hay un nuevo yo asomándose por debajo de las cenizas del viejo Cavill. Uno que lleva un año entero luchando y cuyo trabajo duro está dando sus frutos. Unos frutos que a veces son dulces y a veces amargos, pero todos cultivados con mis propias manos. Me duelen los dedos, tengo los nudillos raspados, y a veces miro para arriba y me pregunto si está valiendo la pena. 

Y no es una pregunta retórica, la respuesta es sí. En otras circunstancias, habría sufrido igual y no cambiado nada, o me lo habría tragado todo como siempre he hecho. E indudablemente estaría peor, igual que la última vez que me tragué una gran cantidad de dolor no mejoró mi vida, sino que la destruyó por completo. Y eso fue por menos que nada.

Esta noche estoy mirando para atrás, y no estoy orgulloso de todo lo que he hecho, pero sí de que siempre he intentado hacer lo correcto, lo que creo que está bien y lo mejor que he podido dar de mí en cada circunstancia.

Con estas líneas pretendo quemarme en efigie y dejarme atrás como dejo atrás el año. Igual que en San Juan echas lo malo del año a la hoguera deseando que las cenizas lo quemen y puedas seguir adelante. Y al yo que miraba al vacío buscando la salida le digo: arde. Pero arde con fuerza, arde con una sonrisa y vive estos últimos momentos con orgullo. Y descansa, sabiendo que estoy orgulloso de ti.

Arde, cabrón, arde.

lunes, 25 de septiembre de 2023

750

 Que la alfombra sea lisa y cómoda de pisar no significa que no haya mierda debajo.

Cuando estás montando un puzle de muchas piezas y hay agujeros, no está de más barrer debajo de la alfombra, a veces se te cae una pieza, la pisas, la barres sin querer, se te queda pegada a un calcetín y la vas arrastrando... 

... el detalle es que la pieza siempre estuvo ahí. 

Hoy una predicción espectacularmente mala se ha hecho realidad. Otra pregunta cuya respuesta me ha tenido días en vilo ha sido respondida. La respuesta no me gusta, pero  es posible que sea la respuesta que necesito - un mensaje inequívoco: la persona con la que quería hablar ya no está. Sólo quedo yo.

En cierta escuela de Japón hay un examen que sólo se puede pasar una vez. Antaño era una cuestión de vida o muerte; ahora, se hace con espadas de madera y suspenderlo no te mata, pero el mensaje sigue siendo el mismo: tiene que cambiar algo para que puedas volver a hacerlo, es decir, la misma persona no puede pasarlo dos veces.

Esto tiene una nota adicional: tú no decides si sigues siendo o no la misma persona. Puedes sentirlo, puedes saberlo, pero no puedes decidirlo. 

Creo que hay un cierto paralelismo aquí: cuando hablas con alguien a quien has querido mucho, tal vez pienses que está todo bien, que estás arreglando tus cosas y que realmente puedes ayudar a reconstruir los puentes, reparar los lazos y curar las heridas (todo esto si procede), pero ¿qué ve la otra persona? ¿Eres de verdad otro si quien quieres que lo sepa no lo sabe? ¿Eres de verdad otra persona, para empezar? ¿Puede la persona que quemó un puente reconstruirlo o tiene que ser otra? ¿Cuándo, cómo, por qué se convierte una persona en otra? Y una que es realmente importante: ¿qué pasa si, al cambiar, todo esto deja de importar?

Esta última pregunta no es retórica, la respuesta es: literalmente nada. Las cosas que dejas en un cajón tienen la costumbre de quedarse ahí tal cual las dejaste.

Cada vez que una pieza encaja en su sitio, empieza otra nueva serie de cosas: sensaciones, emociones, planes, ideas, previsiones, miedos, certezas e inseguridades... algunas son viejas amigas que nunca se fueron, otras son totalmente nuevas fruto de la perspectiva, y las hay que heredan del puzle viejo y añaden notas y nuevos matices.

¿Será el siguiente paso fácil? Absolutamente no. ¿Voy a embestirlo a cabezazos? Absolutamente sí. ¿Estoy preparado para darlo? Qué cojones importa. Lo que importa (o al menos, lo que me importa) es seguir limpiando, curando y cerrando heridas. Estoy cansado, pero ya no tengo prisa. Quiero estar bien, quiero hacer tantas cosas bien como pueda y quiero que con eso baste.

Si estás leyendo esto, gracias de corazón por tu tiempo.

 



jueves, 24 de agosto de 2023

By both shores of a river of blood





 Every year, the Blood Bank at the town I live in organizes a popular race, to gain following, motivate people to donate blood, have a good time before Winter comes... a popular race.

And every year, at least every two years that I've been there, something happens. 

Last year, I started feeling a rattle in my jaw after some minutes in the race: why is it called Wisdom Tooth? Starting around kilometer 1,5, it started hammering against the next tooth with every step, with every movement, BAM, BAM, BAM. I have always thought that the pain scale from 1 to 10 is something kind of linear, pain level 10 hurts ten times more than pain level 1. I have always been wrong. I threw some calculations and concluded that it would take me longer to walk home, sit down and cry than it would take me to finish the race, and so I did. I remember a lady who was a doctor and stopped to ask me if I was OK, and I, lying on a steep grass trying to compose myself, just lifted my thumb.

I finished the race. I ran into the Finish Line. I only remember finding my coworkers who had just started to eat and falling onto my knees.

Today, each time I pass by the shelf and see the medal, I feel many things: the inmense pain of the tooth, paralizing half of my body; the inmense pleasure of eating a banana after the race, and a huge feeling of pride - I had all reasons in the world to give up the race, walk home and binge on painkillers. Everyone would have understood, even me. But I didn't. This is easily my best memory of 2022.

Let that simmer: in 2022 I talked in three conferences, co-organized two and a PhD thesis defence (not mine), I gave seminars, I traveled beyond Europe to know true martial arts and gave a proper direction to what will be the final steps of my PhD. And my best memory of that year is a 10 in the pain scale.

This year I have been so stressed that my body is punishing me: I have developed the biggest flu and I can barely walk, I haven't trained in weeks, I sleep half as long as I should and still have tons of energy... something had to happen.

In these conditions I took a cup of coffee and two bananas, got dressed and went to the race. And I ran. I ran without pain, without a tooth destroying every nerve in the left side of my body. And I swear, the town I live in is SO beautiful that, if you are reading this and we know each other well enough, I would love for you to come and know this side of it.

I haven't finished the race. 

I have walked the last 1,5 km to the Finish Line with my head down, as I though was appropriate. The situation: my brain ran out of energy. It isn't that I could barely breathe (which was also the case), it is that I couldn't stand on my feet. There was a funny moment, when a neighbour passed by and asked if I was tired or hangover. 

As I walked the last kilometer, I tried to see this story from every possible angle: my coworkers would (and did) say that, sick and destroyed, I have signed up for a race, I have taken part in it and I have crossed the Finish Line. Not only that, but until my brain exploded I ran well, even comfortably at some points.

Still, all that didn't confort me. It feels well to consider, but only for a little while.

My favourite part of running is probably the things it teaches you, whether you want it or not. Today's lesson I think is that pride and shame don't come from outside, but from inside.

What was inside of me during the race? Let's turn back seven paragraphs: I haven't trained for this race, but tried to run as if I did.

I am ashamed by this, but it leaves what I can do to remedy this situation in my own hands: I can train, and be ready when the next time comes.

There is something bittersweet in your bad feelings and experiences being owed to something that is yours to control, but I am specially interested in the sweet and the lesson this race has gifted me. I don't feel well right now, my body is at the limit and I have tied a knot to the medal to not forget that I haven't finished the race, but I have something to do now.

Rest. And then, keep rowing.

A ambas orillas de un río de sangre

 Todos los años, el Banco de Sangre de la ciudad donde vivo celebra una carrera popular, para darse a conocer, animar a la gente a que done, pasárnoslo bien un rato también antes de que llegue el invierno... una carrera popular. 

Y todos los años, al menos todos los dos años que la he hecho, ocurre algo. 

El año pasado, empecé a sentir un traqueteo nada más empezar bien al fondo de la mandíbula: ¿por qué la llaman Muela del Juicio? Empezando en el kilómetro 1,5, empezó a martillearme contra la encía a cada paso, a cada movimiento, BAM, BAM, BAM. Siempre he creído que la escala del dolor del 1 al 10 era una cosa más o menos lineal, que el 10 duele diez veces más que el 1. Y siempre me he equivocado. Empecé a echar cuentas y caí en que me iba a costar más tiempo llegar a casa y sentarme a llorar que terminar la carrera, y así lo hice. Recuerdo que una señora que era médica se paró a preguntarme si estaba bien y yo levanté el pulgar desde el terraplén en el que estaba sentado intentando recomponerme.

Terminé la carrera. Entré corriendo en la línea de meta. Sólo recuerdo encontrar a mis compañeros empezando a merendar y tirarme de rodillas en el suelo. 

Y hoy, cada vez que paso por la estantería y veo la medalla, siento muchas cosas: el dolor inmenso de la muela que me paralizaba medio cuerpo, el placer inmenso de comerme un plátano después de la carrera y un orgullo tremendo: tenía todas las razones del mundo para dejar la carrera, irme a casa y doblarme a calmantes. Lo habría entendido todo el mundo, incluso yo. Pero no lo hice. Es fácilmente mi mejor recuerdo de 2022. 

Hagamos hincapié en esto: en 2022 hablé en tres conferencias, organicé dos y una defensa de tesis doctoral (no la mía), di seminarios, viajé más allá de Europa a conocer las artes marciales y enfilé fortísimo lo que va a ser la recta final de mi doctorado. Y mi mejor recuerdo es un 10 en la escala del dolor.

Este año llevo unas cuantas semanas con tanto estrés que el cuerpo me está pasando factura: he desarrollado un gripazo tremendo y casi no me tengo en pie, semanas sin entrenar, duermo la mitad de lo que debería y estoy hasta las cejas de energía igualmente... algo tenía que pasar.

En estas condiciones me tomé un café y dos plátanos, me vestí y me fui a la carrera. Y corrí. Corrí sin dolor, sin la muela machacándome todos los nervios del lado izquierdo del cuerpo. Y os juro que la ciudad donde me ha tocado vivir es TAN bonita que si estás leyendo esto y nos conocemos bien, me encantaría que vinieras a conocerla.

No he terminado la carrera. 

He andado kilómetro y medio hasta la línea de meta con la cabeza gacha, como he pensado que me correspondía. La situación: había dejado de llegarme suficiente energía al cerebro. No es que no pudiera respirar bien (que también), es que no podía mantenerme en pie. Ha habido un momento gracioso, cuando un vecino se ha acercado a ver si estaba reventado o sólo de resaca. 

Conforme caminaba por el último kilómetro, intenté ver toda esta historia desde cada ángulo que pudiera: mis compañeros dirían (y dijeron) que, enfermo y reventado, me he apuntado a una carrera, he ido y he cruzado la línea de meta. Y no sólo eso, sino que hasta que me ha explotado el cerebro he corrido bien, incluso cómodo en algunos tramos. 

Pero eso no me ha reconfortado. Sienta bien, pero sólo un momento. 

Seguramente mi parte favorita de correr es que te enseña cosas, quieras o no. La que me ha dado hoy es que el orgullo y la vergüenza no pueden venir de fuera, sino de dentro. 

¿Y qué había dentro de mí durante esa carrera? Retrocedamos siete párrafos: no he entrenado para esta carrera, pero he intentado correr como si lo hubiera hecho. 

Esto me avergüenza, pero deja lo que puedo hacer para ponerle remedio en mi propia mano: puedo entrenar, y cuando llegue la siguiente, estar listo.

Hay algo agridulce en que tus malos sentimientos y experiencias se deban a algo que está en tu mano controlar, pero me interesa lo dulce especialmente y la lección que me ha regalado esta carrera. Ahora mismo no me siento bien, mi cuerpo está al límite de sus fuerzas y he atado un nudo a la medalla para no olvidar que no terminé la carrera, pero tengo algo que hacer. 

Descansar. Y después, seguir remando.

lunes, 23 de enero de 2023

From a demon to the next... Chapter I

 A strong sense of justice is... delicate.

I don't mean it breaks easily, but the opposite: you have to deal with it no matter what. A person with a strong enough sense of justice is unable to forget (they can forgive, but forgetting is less likely) an offense committed against them.

Very often we are also unable to forget an injustice we have committed.

Your brain jumping from a demon to the next like it took parkour way more seriously than your body doesn't mean it wants to torture you: sometimes it just wants to tell you something - send you a message that you don't seem to understand no matter what it tries.

To me, these intuitive leaps usually mean that I have damage to repair. That damage, no matter how much I'd like it to be, is not mine but a weight inflicted upon other people. By me. 

If I ever cared about you, seeing you happy and comfortable is easily the thing that makes me the happiest in this world. That is the energy I want for myself and those around me. It is not easy sometimes. It is always worth it, but not always easy.

Seeing someone you have hurt massively being happy is like being stabbed in the chest, but not for the intuitive obvious reason. It doesn't irritate me or make me angry to see that person happy - the total opposite, it feels amazing. The stab comes right after. "If this person is living their life, happy and surrounded by loved ones, even after all you did, how much happier could they be if you hadn't hurt them? How beautiful moments have you taken away from them?"

With the perspective of the years, it is difficult to calibrate how much of all that happens is a consequence, direct or indirect, of our actions, but that doesn't mean the consequences are not there, it just means we can't see them.

If I was a religious person, I could see this mental process as a penance, God showing me the scale of the damage I caused in the form of other person getting rid of the weight of my actions. I am not a religious person, but it could be me sending this message to myself: what I want to see and process is exactly that, the person has spent rowing a time that, without the damage I inflicted upon them, they could have spent living a happier life. Maybe they're stronger now, but they shouldn't have to, and that's my fault.

A man at university once said "A calm conscience is a symptom of bad memory". I will die defending that the guy was drunk, but maybe this type of reflection over my bad deeds is the form in which my brain wants to get over and live with them, starting with the first step: recognizing the damage done.

The second is without a doubt apologizing to the person. Here is where time really enters the equation: not everyone faces their demons in the same way, some situations require you to forget so that your brain can keep living - and forcing the person in question to remember them doesn't feel fair.

I've been looking for this word the entire text: a strong sense of justice is terrifying.

De un demonio a otro... Capítulo I

Un sentido de la justicia fuerte es algo... delicado.

No me refiero a que se rompa fácil, sino más bien al revés: tienes que lidiar con él. Una persona con un sentido de la justicia suficientemente fuerte es incapaz de olvidar (perdonar sí, olvidar menos probable) una injusticia cometida contra sí.

Y bastante a menudo también es incapaz de olvidar una injusticia que ha cometido.

Que tu cerebro salte de un demonio a otro como si se tomase el parkour mucho más en serio que tu cuerpo no significa que intente torturarte: a veces sólo quiere contarte algo - transmitirte un mensaje que, por más que te da la lata con él, sabe que no entiendes. 

Para mí, estos saltos intuitivos muchas veces me quieren decir que tengo un daño que reparar. Ese daño, por más que querría que lo fuese, no es mío - es un peso que carga otra persona, pero se lo he puesto yo.

Si me has importado alguna vez, verte feliz y a gusto es fácilmente la cosa que más ilusión me puede hacer en el mundo. Ésa es la energía que quiero para mí y para la gente a mi alrededor. En algunos casos... no siempre es fácil. Siempre vale la pena, pero no siempre es fácil.

Ver cómo alguien a quien has hecho muchísimo daño es feliz es una puñalada en el pecho. La razón obvia no es la real. No me irrita ni me enfada ni me hace sentir mal conmigo mismo que esa persona sea feliz - más bien al contrario, me llena. La puñalada viene después. "Si después de todo esta persona está viviendo su vida, siendo feliz y rodeada de gente que la quiere, ¿cuánto más feliz podría ser si no le hubieras hecho daño? ¿De cuántos momentos bonitos la has privado?"

Sobre todo en la escala de los años, es muy difícil calibrar cuántas de las cosas que pasan son consecuencia directa o indirecta de nuestras acciones, pero eso no hace que las consecuencias no estén ahí, sólo hace que no podamos verlas. 

Si fuera religioso, podría considerar esta idea una especie de penitencia, Dios me está enseñando la escala del daño que he causado en la forma de otra persona quitándose de la espalda el peso de mis acciones. No soy religioso, pero tal vez el mensaje me lo estoy mandando yo mismo: lo que quiero enseñarme y procesar es precisamente eso, que esa persona ha pasado remando un tiempo que, sin el daño que le hice, podría haber pasado siendo más feliz. Ahora a lo mejor es más fuerte, pero no debería haber tenido que serlo, y eso es culpa mía.

Decía un señor de mi universidad "Una conciencia tranquila es síntoma de mala memoria". Vivo y moriré pensando que ese señor estaba borracho, pero tal vez reflexionar así sobre mis malas acciones sea la forma en la que superarlas, empezando por el primer paso, que es reconocerlas.

El segundo indudablemente es pedir perdón a la persona. Y aquí entra el factor del tiempo: veréis, no todo el mundo encara sus demonios de la misma forma, y algunas situaciones requieren que las olvides - y obligar a esa persona a recordarlas no es justo para ella.

Llevo todo el texto buscando esta palabra: un sentido de la justicia fuerte es algo aterrador.

The magic of prime numbers

I am not very good at turning a prime number of years, but slowly getting better. I started my nineteen in complete silence. I had class in ...